• Nunca he sabido usar los cubiertos en los restaurantes. Me parece igual de ilógico que el protocolo que seguimos en un quirófano. In práctico y anti natural.

    Aun así últimamente me he tenido que acostumbrar a comportarme correctamente en sociedad por eso de que Anto tiene amigos en el mundo culinario, vinícola y restaurantero; y a pesar de que casi todos son almas sencillas y bonachonas, el aire que respiro últimamente tiende a ser bastante "chic".  

    Tengo aproximadamente 5 años sintiendo que soy una intrusa con suerte. Intrusa en un mundo laboral en el cuál me siento como un bicho con ideas raras. Intrusa en un mundo de vinos siendo que apenas comienzo a diferenciar una botella de 43 de una de 600 (me parece fascinante la facilidad con la que algunos adjetivos transforman una copa roja en una historia de pasión). Intrusa en un mundo de chefs de platillos de miles de pesos y miles de tiempos y a mí que se me quema la carne y sirvo crudo el pollo. Intrusa en una vida de amor y romance de la que salgo noche con noche tan bien librada y en la que caí por error un 31 de diciembre del 2009.

    Todo este alardeo viene al caso gracias a la noche de este pasado 10 de agosto del 2015 a las 20:55 horas. Vuelvo de yoga, sudada, despeinada y levemente hambrienta como es habitual. Entro a mi casa y veo la sala y la entrada barrida y acomodada, como no es habitual. Entro a la cocina y una oscuridad casi total me permite ver únicamente a Anto sentado en un banco frente a la barra y frente a él, de  pie,  dos personajes mágicos que me presenta como “Camille y Luis” .

    -Ellos están aquí para cocinarnos una cena en 5 tiempos esta noche para celebrar nuestro primer año de casados mi amor, “mets toi une robe, il y  une table qui nous attend sur la terrase!”.

    Fascinante y total desconcierto. Obediente como en pocas ocasiones, corrí al cuarto a ponerme lo que fuera que al fin y al cabo ya me había puesto feliz y me quedaba bastante bien.

    Quién invierta su tiempo y recursos en encontrar la forma de desplazarse por el tiempo a voluntad, tal vez nunca ha intentado lo que a mí me presentaron esa noche.

    Primer tiempo. Sope de chicharrón en salsa verde.

    Tiempos

     

    6 de marzo del 2010. Una mañana de sobre ruedas en la colonia de El Lago. Un puesto de gorditas en la calle. No fueron sopes, pero como bien dices tu « tous les plats sont pareils, c'est du maíz et il y a juste la facon de plier qui change… ». Ayer llegaste a mi casa y por fin te conocí en persona. Llevaba ya 3 largos meses haciendo bicicleta estacionaria (tratando de que mi cuerpo olvidara a Francia y sus delicias) e imaginando este día. Leyéndote por correos, imaginando la sonrisa en tiempo real. La realidad superó la ficción. Me enamoré de ti a las 24 horas de haberte visto.

    Segundo tiempo. Ceviche peruano.

    Tiempos

     

    No se cómo mis papas me dejaron hacer esto.

    13 de junio del 2010. Voy rumbo a  Perú a encontrarme contigo. Hasta hoy nos hemos visto solo 6 días. Después de que nos despedimos en esa camioneta en Guadalajara. Después del consejo de mi papá sobre comer mucho yogurt (el cual por cierto creo que fue un error garrafal que le trae estragos a mi economía actual de ama de casa). Ya llegué, te estoy buscando entre las caras que esperan ser encontradas por alguien fuera de la puerta de  “llegadas” del aeropuerto de Lima. No veo tu cara. Pero alcanzo a ver un pedazo de cartón que seguramente le pediste a alguien con una sonrisa que no pudo resistir. El cartón dice “Sra. Chabannes” y me estoy derritiendo.

     

    Tercer Tiempo. Pescado a la Boliviana. 

    Tiempos

    18 de junio del 2010. La original era trucha pero los bastos lagos Ensenadense no quisieron dárnosla. No quedó por los esfuerzos de Camille et Luis por conseguirla. Gracias chicos.

    De Perú nos pasamos a Bolivia, a esa si le dimos la vuelta como se debe. Del desierto salado a la selva amazónica; de la montaña mortal al lago Titicaca. Frente a ese lago, la Isla del Sol. Tranquila como ella sola. Ni la electricidad la alcanza, y que bueno que sea así. Un cuarto modesto pero suficiente para mantenernos juntos, una vista espectacular y un plato de trucha fresca con vista al lago que la vio nacer y morir. Es extraño el estar aquí contigo, compartiendo ideas superiores sobre cómo pasar las siguientes décadas de vida juntos, y de vez en cuando, entre plan y plan, pidiéndote que me recuerdes quién eres. Todo va tan rápido. Todo es tan fuerte.  

     

    Cuarto tiempo. Tourtiere quebecois. 

    Tiempos

    13 de marzo del 2011. No se cómo mis papas me dejaron hacer esto, de nuevo.

    Decidí que el internado puede esperar.  Decidí que si todo esto que sentimos de lejos llega a ser la mitad de real al estar en un mismo espacio físico, podríamos hacer magia blanca juntos. Decidí que ahora es el momento para averiguar la receta de esa magia. Voy en el avión rumbo a Montreal, jamás pensé poder ser tan feliz y desear algo con tanta fuerza. No sé qué haré. Seguramente mi imaginación ignora que terminaré trabajando de mesera ilegal para un mexicano explotador vende tacos (malísimos además); también he de ignorar que mi futura vecina es mexicana y que el metro se convertirá en uno de mis mejores amigos. En 4 meses nos dimos cuenta que tenemos la patente de la magia.

     

    Quinto tiempo. Fondant au chocolat. 

    Tiempos

    20 de junio del 2011. Mi 22ava vuelta al sol me alcanzó en Montreal, viviendo esa vida que jamás me había imaginado. El regalo, tampoco lo imaginaba aunque lo deseaba en el fondo como quien espera haber sido seleccionado en la siguiente etapa. La final. Un boleto Montreal- Paris con llegada directa al pueblo que te vio crecer y con la gente que te hizo quien eres. Fue como entrar a la mina de donde sale tu diamante favorito. “y será que yo les voy a caer bien..?”. Un mes que se fue como agua entre las manos; rápido, pero fresco y tranquilizante. El sabor de Francia durante ese mes fue exactamente como el de este quinto y último tiempo. Fue un sabor extremadamente dulce y envolvente. Al final de esta revolución de papilas y de recuerdos, solo podía pensar en chocolate y aquel mes de mayo del 2011 solo podía pensar en el amor. Así como el lunes evité pensar en las calorías que habría que quemar al día siguiente, aquel mayo traté de evitar pensar en esos 4 largos meses que me separaría de volverte a ver.

     

    Es fácil no ver algo que vive en la imaginación; pero es casi imposible quitarle los ojos de encima a una realidad de este tamaño. Dejarte después de ese mes en Francia fue como haberme tenido que lavar los dientes inmediatamente después de ese Fondant. Obviamente el regreso a México, sola, no tenía escapatoria; al menos los dientes no me los lavé. 

     

     


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  • Desde que sabemos que existes te has vuelto nuestro sueño.

    Soñamos despiertos contigo.

    Hablamos de ti al comer, hablamos de ti al despertar y antes de dormir.

    Aun no nos queda claro tu nombre porque  escuchamos palabras en distintas bocas, con distintos tonos, diferentes pronunciaciones y todas nos llevan a pensarte.

    Supongo que cada quien te piensa de manera distinta, te añora con diferente intensidad, te necesita a su estilo y te busca a su antojo.

    Nosotros estamos listos para ir a buscarte. Sentimos desde el fondo de nuestros impulsos que ha llegado el momento perfecto;  como si toda la vida hubiera sido simplemente una preparación para este encuentro.

    No sabemos con certeza si estamos listos para ti pero definitivamente queremos estarlo.

    Nuestro universo nos dice a gritos que  jamás lo sabremos si nos quedamos donde pisamos hoy.

    Por eso buscamos nuevos terrenos, nuevos paisajes, nuevos olores y colores que dibujen el lienzo perfecto para encontrarnos; para conocerte al fin. Cuando debe de ser.

     

    Espéranos un poco, allá vamos.


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  • El día estaba nublado, parecía que había llovido la noche anterior porque las calles empedradas dejaban formarse pequeñas lagunas entre piedra y piedra. No había mucho sol pero la luz era suficiente para fotografiar cuanta calle simpática, muro de iglesia o contraste interesante de colores  se me atravesara. Entramos juntos al museo, caminamos por las calles, visitamos el mercado con la variedad de carnes, embutidos, frutas, verduras y quesos que formaban un arcoíris antojable bajo aquel gran domo transparente que dejaba pasar la luz. Inevitablemente llegó la hora de comer y la mayoría del grupo votamos eligiendo el restaurante. 

    Mi estancia en Francia se caracterizó por ser de bajo presupuesto porque así me lo había propuesto y sinceramente más como reto que como una necesidad, por lo mismo mis salidas a restaurantes eran escasas y en caso de que se propiciara, siempre lo hacía acompañada obviamente de un traductor local que me recomendara que pedir de entre las opciones que me mostraba la carta medio legible pero aún difícilmente comprensible de platillos en francés.
    Ese día dentro de la gran mesa de viajeros me tocó sentarme al lado de uno de los que menos interés y empatía me generaba pero dado lo primitivo de la actividad que nos disponíamos a realizar, poco importaba si terminaba ingiriendo mis alimentos al lado de él o del mesero. Al recibir el menú en mis manos leí el primer platillo de las diferentes “formules” y le pregunté inocentemente, como cuando un niño le pregunta algo totalmente básico a su hermana mayor “¿c’est quoi le boeuf bourguignon?” Hasta eso amablemente, mi vecino comensal me dio una rápida y sencilla explicación de los ingredientes y preparación del platillo. Al final de cuentas terminé pidiendo otra cosa que ni siquiera recuerdo bien y ese capítulo irrelevante se quedó guardado y dormido en mi mente hasta hace algunos meses.
    Una vez que a fuerza de repetición y de costumbre se logra la familiarización con un evento o platillo o persona, fácilmente se pierde la noción de cómo y cuando llegó por primera vez a nosotros; en qué momento lo antes asombroso y desconocido pasó a ser la habitual y repetitivo? Y qué tan conquistado ha sido en realidad o es acaso la falsa seguridad de la repetición diaria la que, tanto la comida como las relaciones interpersonales, pueden pasar de ser mágicas y desconocidas a inmutables y predecibles.

     

    El Boeuf bourguignon que recuerdo tan claramente haber ignorado y desconocido, se ha convertido sin darme cuenta en qué momento, en la recomendación de la casa, la especialidad de los chefs y lo más aclamado por nuestros clientes y lo que se come diario y a todas horas, tal vez ahora por todo el mundo excepto por mi. Este guisado en vino tinto, no es lo único que me causa nostalgia en estos momentos. Es fácil caer en la monotonía de “creer saber y conocer” y olvidar el ignorar de vez en cuando que es lo que esconde alguien detrás de la cara conocida, del gesto cotidiano, del beso de buenas noches. No hay que olvidar que todo evoluciona, la cocina y las recetas se adaptan a las cucharas y a los paladares, que igual que muchos, luchamos por no terminar  adaptándonos al cotidiano ya conocido con el riesgo de que un día alguien nos pregunte quiénes somos y en qué momentos cambió nuestro sabor.  


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  • Apenas me voy dando cuenta que el año termina. Apenas me di cuenta que ya viene otro. Me da miedo, mucho miedo, pensar en pedir lo típico “que el año que entra sea mejor que el que se va ..!” No me atrevo a pedir mejor. Me conformaría con ser capaz de mantener este hermoso equilibrio en el que me balanceo de noche y de día. Me molesta escuchar a alguien amado decir que en cualquier momento las cosas pueden dejar de ser lo que son. Me llena de coraje y de agüita los ojos el siquiera imaginarme con las manos vacías de un segundo al otro. Todo es posible. Igual de posible que continuar igual, mejor y volverse arrugadito, comenzar a dormir menos, perder dientes, pelo, ganar experiencia, perder hambre y calcio en los huesos. “Felizmente” (como dice mi amado amante), el trabajo de preocuparse por lo incierto no es redituable, no deja nada, quita mucho. Quita enfoque. Quita segundos de risas , deshidrata, preocupa, absorbe energías, desgarra músculos, crea vacíos. No es negocio. Y como toda apuesta potencialmente irredituable, sigue siendo tentador. Los propósitos son como la masa de Lavoisier; y los míos más que otra cosa se conservan. Se expanden año con año desafiando el idealismo gasesoso de Boyle para lograr disipar la presión que en teoría se debe de generar. Este año pido la fuerza para lograr lo que el año pasado no logré concluir y la sabiduría para aceptar con tranquilidad las pérdidas inevitables que dejan espacio a la igualmente inevitable evolución. Feliz año 2012 y mucha salud. Del resto nos encargamos.


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  • Hubiera apostado casi cualquier cosa a la incredulidad si alguien me lo hubiera contado, hubiera perdido.

    Me apena decirselos, me dejé llevar por la careta, me creí el slogan comercial de la publicidad, me revolví con la muchedumbre que juzga y re-juzga al que es distinto y reprueba al que se atreve a no depender de la aprovación social y el confort que te da el respaldo, muchas veces hipócrita, del entorno. 

    Yo como mucho, por no decir todos, llegue a pensarlo y a decirlo en voz alta. Me apena, y llevo días apenada conmigo misma. 

    Suficientes golpes de pecho. 

    Debo de confesarme que nunca pensé aprender tanto de tantas cosas  y de una sola persona a la vez.                                                           Un mes de causas .. digamos trágicas para algunos, y reconfortantes para otros. El ciclo de la vida. La tierra y el mar, el cielo y el infierno, arriba y abajo. La incapacidad y el interinato. No me impactaron tanto las confesiones, ni los temas subidos de color y de temperatura de algunos de los días, me sorprendió haberme encontrado sentada siendo parte activa de un debate que en mis universos imaginativos hubiera sido igual de factible que una cesárea masculina.

    Se puede decir que el destino y una pata mal metida hasta la rodilla fue el pretexto para la casualidad. No puedo saber que idea deja todo esto del otro lado, solo estoy segura de que de este, sembró mucho respeto e incluso me aventuro a decir, cariño.

    yo por mi parte me doy cuenta que mi sendero de no-juzgaré-a-mi-projimo-por-mas-jijo-que-parezca apenas  comienza a ser construido, probablemente porque la mezcla aun tiene exceso de arrogancia y le sigue faltando humildad. 


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